Cecilia Plaza es una pequeña tienda-taller de Valencia con encanto donde pueden encontrarse las ilustraciones de esta artista impresas en todo tipo de objetos hechos a mano: complementos, decoración del hogar y mucho más.
Por Lorena Papí
En el pequeño comercio existen las tiendas y las tiendas con encanto. Las segundas, como la de Cecilia Plaza Handmade —que es, además, taller— son algo más que un espacio comercial: son lugares únicos, en los que el tiempo se detiene. En los que manos que crean sin prisa ilustran, recortan, cosen y dan vida a bellos objetos.
Porque cada ilustración —con la que Cecilia deja su impronta en bolsos, monederos, cojines o alfombras, todos hechos a mano— es una llamada a la contemplación. Una invitación a dejarse llevar por su capacidad para evocar historias, con trazos, figuras y colores.
Historia y origen de Cecilia Plaza como artista: persiguiendo un sueño
En Cecilia Plaza, Diego y Cecilia pasan las horas como más les gusta: entre telas, ilustraciones y proyectos. Alimentándose de la ilusión que les produce abrir juntos su tienda cada mañana, en el emblemático barrio de El Carmen (Valencia).
Ella es de un pequeño pueblo de Cuenca (Villarta) y él, del País Vasco, pero la vida les reunió en esta ciudad levantina. Y casi se diría que con una intención: materializar los sueños de Cecilia. Porque fue Diego quien la animó a dar el paso y profesionalizar lo que para ella “solo” era una pasión.
Pero su historia se remonta muchos más años en el tiempo. Comienza con una niña y con una pulsión interna: la de crear.
Cuando Cecilia se rindió a lo evidente —que había nacido para ilustrar— aquel oficio aún era desconocido. Sin embargo, ella ya tenía claro que ese era su leitmotiv en la vida. Si Cecilia Plaza ha llegado a ser una marca, un sello personal, es porque nunca se rindió. Jamás consintió relegar aquel talento innato a la categoría de afición, ni renunciar a sus sueños.
Porque su arte le ayuda a definirse. Sus ilustraciones (y todo lo que diseña y crea) son su canal de expresión. Su medio para exteriorizar sus emociones y sus sentimientos.
Ya lo eran cuando apenas era una niña y cualquier soporte, hasta el que ofrecía la tela de un saco, era una invitación a experimentar con texturas y colores. Se antojaba un lienzo a sus creativos ojos.
Cada paso en su vida le ha acercado más a ese sueño que se sueña inalcanzable: hacer lo que amas y amar lo que haces. Desde sus primeras experiencias de ensayo y error con las esculturas de cerámica, aventurándose a investigar algo tan complicado como la captura del movimiento. Coqueteó con este arte cuando entró a formar parte de la Asociación de Artesanos de Castilla-La Mancha y acabó siendo nombrada la artesana más joven de la región.
Siguió avanzando hacia su meta con la elección del Bachillerato Artístico, cuando aquella especialidad acababa de arrancar y era casi un “experimento”. Y con su formación en Bellas Artes. Hasta con sus primeros trabajos como artista, modelando pequeños muñecos personalizados al detalle —hasta les cosía la ropa— que pasaron de ser objetos de regalo a protagonistas de stop-motions y de campañas publicitarias.
Pero si a alguien le debe el haber alcanzado su sueño es a ella misma: a su tesón, su pasión y su verdad. Ellos han sido guías y compañeros en ese camino hacia una meta que aún entonces no había tomado forma. Le han ayudado a mantenerse firme y no tomar atajos ni desviarse.
“Si no te dedicas a lo que te apasiona, te frustras”, confiesa Cecilia. “Y es difícil renunciar a lo que eres. Tiene que haber gente en este mundo que se dedica a lo que realmente le gusta, porque eso significa personas felices. Y las personas felices hacen un mundo mejor. ¿Quién va a hacer algo mejor que alguien que sabe que eso es para lo que ha nacido?”
Años después, sería Diego, su partenaire en el negocio y en la vida, el que la animó a alquilar un pequeño taller frente a la que ahora es la tienda, hace ya siete años. Aquel fue su primer escaparate. Hoy, y desde 2016, se asoman al mundo desde esa entrada a un universo de fantasía ilustrado por ella.
Producir para disfrutar, no vivir para producir
Lo que verdaderamente hace especiales los bolsos, los monederos, las muselinas, las alfombras, neceseres y todo aquello que ilustra Cecilia es que la verdad (su verdad) está implícita en todo: “La mitad de lo que digo lo digo con las manos”, confiesa Cecilia.
Por eso sus ilustraciones, en cualquier formato y soporte, siempre son fieles a ella. Porque es en sus diseños donde se vuelca a sí misma. Son un reflejo de su interior. Y nunca haría nada que no quisiera llevar ella misma.
“Si quieres saber cómo se siente Cecilia, miras sus ilustraciones”, explica Diego. Él, que la conoce bien, la reconoce en ellas. “Dibujar”, aclara Cecilia, “es mezclar colores y formas bonitas. Una ilustración tiene que ilustrar algo: un sentimiento, un hecho... La imagen tiene que hablar, como si hubiera texto. Si no evoca, está vacía”.
Un universo de fantasía e inocencia
Todo lo que Cecilia diseña y vende en su tienda responde a un estilo marcado por la fantasía y la inocencia. Pero también es coherente con su forma de entender su trabajo y con su estilo de vida (y de trabajo) sostenible. Nada de lo que se vende en Cecilia Plaza rinde cuentas ante la moda o lo que es tendencia. Sus colecciones no desaparecen al finalizar una temporada.
No se derrocha tela. No se producen en masa. No llegan en un contenedor, importados desde muy lejos: diseñan en su tienda-taller, donde ella cose el prototipo. Son productos de kilómetro 0, porque se crean en pequeños talleres de costura de Valencia.
Porque la sostenibilidad es parte del ADN de este negocio, un punto que comparten con Cervezas Alhambra, que ya está recorriendo su propio camino hacia la sostenibilidad con proyectos como sus Terrazas Sostenibles. Cecilia podrá seguir produciendo los mismos objetos durante años, pero siempre respetando ese proceso en el que el tiempo es vital. Por eso se sienten cerca de esa filosofía que Cervezas Alhambra despliega en su manifiesto.
Y es que Cecilia y Diego, como los maestros cerveceros de la firma granadina, entienden que nada que merezca la pena puede hacerse deprisa: “Queremos que todo se haga lento, que se disfrute, que se haga con cariño… Para que se noten todas esas cosas cuando llegue a ti el producto”, dice Cecilia. Un producto que es atemporal: “Cosas bonitas que se seguirán haciendo igual dentro de cinco años”, resume.
Cada objeto es pensado, sentido, deseado. Y acompañado de cerca por Cecila en su proceso de creación; su trabajo no acaba en el diseño. Todo lo que lleva su nombre, pasa por ella. Cuando llegan los metros de tela a su tienda-taller, los revisa y los corta uno por uno. Después marcha en su bici, para llevarlos a la costurera y planificar juntas en qué se transformarán esas ilustradas telas.
El resultado puede encontrase en la calle Roteros, 14, en El Carmen (Valencia) pero también en otras tiendas que han apostado por la firma, repartidas por toda España. O en su tienda online, a la que dedican muchísimas horas para que pueda transmitir aunque sea una mínima parte del encanto de su tienda física.
El secreto de su éxito (venden incluso fuera de nuestras fronteras) responde a una arraigada filosofía de trabajo, que les define como personas: nunca entendieron su negocio como tal; no les mueve la rentabilidad, ni la ambición, sino el deseo de disfrutar de su trabajo, que es, en definitiva, su vida.
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