Por Lorena Papí Rodes
Un conjunto de hilos: urdimbre y trama
Un conjunto de hilos situados longitudinalmente (la urdimbre) reposa, tensado sobre el telar, esperando la llegada de la trama, que se va entretejiendo horizontalmente, desplegando sus colores sobre ese lienzo en blanco. Tramando en qué se convertirá, si en una pieza a la que darle vida después o en una obra de arte en sí mismo, como un tapiz.
Habitualmente, usamos el término entramado para referirnos a un conjunto de elementos que se cruzan, confluyen o interactúan, formando parte de un gran todo. No hay mejor manera de describir lo que ocurre cuando urdimbre y trama cruzan sus caminos en el telar gracias a las hábiles manos del tejedor. Lana, lino, cáñamo o algodón eran los materiales a partir de los cuales se creaba la magia en el medievo, el momento de máximo esplendor de este arte con un profundo sentido de lo útil.
El tejido en telar es una de esas técnicas manuales y artesanales que han acompañado al hombre desde bien temprano
No hay unanimidad a la hora de situar su aparición en nuestra historia. Al abrigo de los telares se desarrollaron durante la Edad Media varios oficios: los artesanos tejedores trabajaban sobre un urdimbre de hasta dos mil hilos de lana; lana que recibían después de haber esquilada por unos y limpiada, cardada y bien peinada, por otros.
Para entonces, los telares ya eran complejas máquinas elaboradas en madera, tan sofisticadas que cuesta identificarlas con una época tan remota. El medievo vivió su propia revolución industrial con la llegada de la ingeniería al telar: la invención del batán permitió “automatizar” parte del proceso. Basado en un sistema hidráulico, gracias a una corriente de agua y a una rueda, ponía en funcionamiento unos mazos para compactar la tela. Estos telares permitieron a los artesanos mover pies y manos a la vez.
Es una técnica, la del telar de pedal, que exige un gran esfuerzo de coordinación entre los pies, que manejan los pedales con los que se van separando los hilos de la urdimbre, y las manos que van tejiendo la trama y peinando el tejido para conseguir una tela tupida. Casi como un pianista avezado, entregado a su arte, creando —tramando— una melodía rítmica a base de pisar con suavidad los pedales para modular la calidad del sonido, mientras sus dedos navegan hábiles por las teclas. En el telar, cadencia y ritmo son igual de importantes. Pero también una vista bien conservada y bien fijada en esa profusión de hilos que que suben, bajan y se cruzan en armonía.
Y calma, para peinar la tela con la presión justa. Para no perderse entre esa urdimbre de tejido. Cuántas horas ocuparían los antiguos tejedores con este meticuloso trabajo, cuando no había más distracción ni más ruido entrometido que el de la rueda y la rueca…
Hoy, algunos artesanos del telar
Hoy, algunos artesanos del telar, como Pilar Quintana, siguen trabajando así la tela con la que elaborar mantas, prendas de ropa, alfombras, tapicerías y todo tipo de objetos textiles. Hasta trajes de novia. O para desfiles en Nueva York. Y lo hace al margen de la otra industria textil, la de la producción en masa que no busca la unicidad en el acabado, sino todo lo contrario: la repetición en serie.
Frente a aquella, resiste un reducto fiel de artesanos del telar que conservan las técnicas completamente manuales, pero atendiendo al gusto contemporáneo, al diseño e ideas que fluyen por la mente de nuestros contemporáneos más creativos, capaces de urdir colores en tramas de patrones nunca antes imaginados.
Al igual que Pilar, hay empresas que están recuperando los modos tradicionales, ofreciendo colecciones basadas en estas técnicas. Inspirados por la tranquilidad y el silencio que disfruta en la privilegiada localización de su taller en Segovia—junto a las ruinas de un Monasterio románico, en la Sierra de Guadarrama—, la firma Abbatte ofrece una colección textil creada al modo tradicional. Intervienen en todas las partes del proceso: cultivan sus propias plantas tintóreas en un jardín junto al taller, de las que extraen los pigmentos con los que aportan el tintado natural a los hilos con los que trabajan.
Los tejidos de telar tienen incluso su propio prêt-à-porter. Hay firmas que apuestan por el trabajo artesanal buscando precisamente esa exclusividad. Pero también se ha popularizado: puedes adquirir uno manual y de reducidas dimensiones para descubrir, por ti mismo, cómo es eso de crear sin prisa cuando tienes los útiles necesarios —y el tiempo— para conseguirlo