El bolero es una mina de historias. ‘Bésame Mucho’, compuesto en 1940 por Consuelito Velázquez, es conocido como el bolero del millón de versiones y The Beatles lo grabaron hasta en tres ocasiones debido a que James McCartney, el padre de Paul, era un fanático del género.
Por Iñigo Lauzurica Martínez
Osvaldo Farrés convirtió su bolero ‘Madrecita’ en el himno oficial de las madres en Cuba en 1954, pero la suya jamás pudo escucharlo porque era sorda. En 1946, durante una visita, el compositor cubano Bobby Collazo dejó grabadas tres canciones en México. Al día siguiente emprendió el viaje de vuelta a Cuba vía Santo Domingo y, cuando finalmente llegó a La Habana, se quedó de piedra. Uno de aquellos tres boleros, ‘La última noche (que pasé contigo)’, había viajado más rápido que él y ya era popular en la capital cubana. La célebre ‘Ochi Chornyie’, ‘Ojos negros’, es una pieza atribuida al folklore ruso, pero el compositor de boleros Sindo Garay garantizaba que la pieza era suya. Explicaba que una compañía de ópera europea había estado de gira por Cuba a mediados de los 90 (del siglo XIX) y que él había ido a rondar a las coristas, italianas y rusas, tocando aquella canción. Cuando las muchachas regresaron a su tierra se llevaron la melodía y, como Garay no la había registrado, jamás pudo demostrar su autoría. Agustín Lara, uno de los grandes del bolero, reivindicaba lo cursi. Borges decía que desgranaba ilusiones mientras que el tango recopilaba desdichas.
Su historia se forjó en Cuba, alrededor de 1840. El calor de la isla fusionó el bolero español, una evolución de la seguidilla clásica, con el danzón criollo, hermano de la habanera, creando un estilo suave, envolvente e inequívocamente romántico. La isla respiraba modernismo hispanoamericano y había desarrollado la figura de los trovadores. Cantantes que en su tiempo libre dedicaban temas a sus amadas pertrechados con guitarras y un arsenal de melodías. Sería uno de aquellos trovadores, el cubano Pepe Sánchez, sastre de profesión, quien alumbraría a sus 26 años el considerado oficialmente como primer bolero latinoamericano: ‘Tristezas’ (1883).El género se construyó en torno a un trío de guitarras y percusión. Poco a poco salió de las cantinas y se adueñó de las calles en forma de serenata hasta que, en 1927, el Sexteto Habanero y el Trío Matamoros lo transformaron en bolero-son, imprimiéndole progresivamente velocidad en una maniobra denominada montuno. Su dulzura, sus letras y la irrupción de la radio catapultaron su popularidad.
‘Aquellos ojos verdes’ logró que el bolero conociera el éxito internacional en 1929. El cubano Nilo Menéndez, su autor, se había enamorado de una joven de ojos claros e imaginó una línea melódica, pero necesitaba ayuda con la letra y le pidió ayuda a Adolfo Utrera, poeta y hermano de su amada. La versión en inglés, a cargo de Eddie Woods y Eddie Rivera, llegaría al número uno del Billboard USA en 1941. Por aquella misma época, Antonio Machín triunfaba con ‘El Manisero’ y se convirtió en el primer cantante negro en actuar en el Casino Nacional de La Habana.
Durante los años 40, Osvaldo Farrés hizo historia con el inmortal ‘Toda una vida’ (1943), Bobby Collazo arrasó con ‘La última noche’ (1946) e Isolina Carrillo nos dejó el inolvidable ‘Dos Gardenias’ (1945). El bolero siguió creciendo gracias a un movimiento impulsado por cantantes como Ella Fitzgerald o Sarah Vaughan: el ‘feelin’. O, como lo renombraron en Cuba, el ‘filin’. Una tendencia que expresaba los sentimientos con amplitud, tomando elementos del jazz y del blues. Dentro de esta línea llegaron éxitos como ‘La Gloria eres tú’ (José Antonio Méndez, 1948), ‘Contigo en la distancia’ (César Portillo de la Luz, 1946) o ‘Tú me acostumbraste’ (Frank Domínguez, 1957).
A partir de los años 60 se asentó definitivamente en México, que contaba con su propia variante del género, el llamado bolero mexicano. Agustín Lara y Lucho Gatica fueron los líderes de aquella corriente que dispuso de referentes tan notables como Guty Cárdenas, el Trío Los Panchos, formado en Nueva York en 1944 por dos mexicanos y un portorriqueño, o Armando Manzanero. Éste último triunfó en los 60 con composiciones como ‘Somos Novios’, que fue traducida al inglés para que la interpretara Elvis Presley, o ‘Contigo Aprendí’, revisitada en 1997 por uno de los renovadores del género: Luis Miguel.
El tiempo lo llevó a Puerto Rico, Argentina, Colombia, Venezuela... Se hizo universal y se impregnó de matices. Nat King Cole le dio un toque de jazz al cantarlo en español y músicos como el malagueño Zenet lo fusionaron, mucho después, con el tango o el flamenco para moldear composiciones estremecedoras. Paquita la del Barrio, alter ego artístico de Francisca Viveros Barradas, se ganó el sobrenombre de ‘La guerrillera del bolero’ desgarrándose en temas como ‘Rata de dos patas’, que daban cuenta de una vida marcada por el machismo y el desamor. Cuentan que la reputación del género cayó en desgracia a ojos de los intelectuales europeos hasta que Almodóvar lo rescató en la voz de Luz Casal con ‘Piensa en mí’, de Agustín Lara, para su película ‘Tacones Lejanos’. Chavela Vargas también obtuvo el éxito con un bolero fílmico al interpretar ‘Tú me acostumbraste’, de Frank Domínguez, en la multipremiada ‘Babel’, de Alejandro González Iñarritu. Recientemente, C.Tangana y Paula Cendejas han dado un paso más y lo han acercado al territorio urbano en ‘Como habla una mujer’. El rosarino Maximiliano Calvo, otro de los artistas enamorados del género, es el encargado de recopilar la playlist de boleros eternos que visten de sonido este texto.
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