Creadores - Libros
Bárbara Gil, escritora: “Los libros de aventuras nos atrapan porque nos dan la fuerza para enfrentar con pasión lo desconocido, lo que está por venir”
Bárbara Gil (1980, Bilbao), de profesión escritora viajera, creció “obsesionada con aprender idiomas para conocer” el mundo que Julio Verne, Robert Louis Stevenson o Alejandro Dumas describían. Tras vivir en Madrid, Italia, Estados Unidos, Australia y Málaga, hace unos años situó su estación base en Mallorca, lo que no le ha impedido seguir personificando su versión particular de Phileas Fogg. Una pasión por aprender y comprender otras formas de entender la realidad que comparte con la inconformista Irina, protagonista de Nenúfares que brillan en aguas tristes (2021, Plaza & Janés), o la intrépida Aitana, de La Leyenda del Volcán (2023, Plaza & Janés).
Aunque está inmersa en la redacción de su próxima novela, de la que ya nos avisa que no nos puede adelantar nada, Bárbara hace un breve descanso para charlar con nosotros sobre libros, aventuras y la magia que rodea “esos viajes sin prisa, en los que pasan muchas cosas gracias a pequeñas revelaciones que se tienen cuando la cabeza se relaja y todo fluye”.
El Mirador: ¿Qué tienen los libros de aventuras para atraparnos entre sus líneas desde pequeños?
Bárbara Gil: Creo que los libros de aventuras nos atrapan porque nos dan la fuerza para enfrentar con pasión lo desconocido, todo lo que está por venir. Y aunque el mundo real sea muy distinto al de esas historias que leemos, el espíritu que anima a los personajes en la ficción es tan contagioso que queremos cambiar y mejorar el nuestro. Crecí leyendo y viajando con La vuelta al mundo en 80 días, Tintín, El Quijote, La isla del tesoro, Los viajes de Gulliver… y quería vivir esas grandes hazañas en las que la aventura era un viaje a lo desconocido. He vivido en otros países, trabajado en una agencia de viajes y en mis dos novelas, Nenúfares que brillan en aguas tristes y La Leyenda del Volcán, las protagonistas emprenden un viaje desafiante. No es una casualidad.
E. M.: Dos novelas que nos transportan directamente hasta Bangladesh y Costa Rica ¿Fueron los viajes los detonantes de las novelas o las historias nacieron gracias a ellos?
B. G.: Hay un poco de ambas cosas, la verdad. Con Nenúfares buscaba hacer una denuncia social sobre el negocio textil, sobre cómo afecta a diferentes áreas. En 2013 la fábrica Rana Plaza se derrumbó en Dacca, la capital de Bangladesh, matando a más de mil mujeres. Aquella noticia me impactó muchísimo y quise hacer una pequeña investigación para entender la industria y su funcionamiento. Por eso viajé a Bangladesh: sabía que la ropa que nos ponemos cada día tiene un precio invisible del que no somos conscientes y quería estar al otro lado para poder enseñarlo.
En La Leyenda del Volcán también hay denuncia social en el trasfondo histórico, pero le doy más importancia al viaje, a la aventura y a la historia de amor. De hecho, la protagonista es muy yo, crece obsesionada con los libros de aventuras que solo tienen un «pero»: los protagonistas siempre son hombres. En esta ocasión, primero hice el viaje y lo que viví en Costa Rica determinó la historia: me perdí en la jungla buscando un manantial con Marixa, una mujer Bribri; recolecté café con las cogedoras de Aquiares (la hacienda cafetalera más grande del país en la que se ambienta la novela); me bañé en una cascada de aguas celeste, sola, en mitad de una selva gigantesca; fantaseé con encontrar el tesoro del yacimiento arqueológico El Guayabo… Cuando viajas se despierta un grito animal, una parte muy primitiva que hace que los sentidos dormidos entren en alerta y vivas cada momento con más intensidad: quería avivar eso en los lectores, además de hacerles viajar.
E. M.: Una forma de entender los viajes que está muy presente en las protagonistas que creas, en Irina y Aitana, es que se involucran plenamente en ese nuevo mundo a través de su cultura y su gente.
B. G.: Soy una viajera que se deja llevar por lo que el lugar le muestra. Me encanta escuchar a las personas, que se pierdan en sus ensoñaciones charlando conmigo, sobre todo si son indígenas que me pueden enseñar una cultura totalmente distinta a la mía, más cercana al amor por la naturaleza. De hecho, hay algo bonito cuando dices que eres escritora porque las personas de repente se abren y se convierten en narradoras que te quieren contar su historia.
Además, me gusta mucho la idea de que alguien lea un libro, luego viaje a ese país y pueda reconocer los lugares en los que han estado los personajes viviendo sus aventuras. Yo solo sé hacerlo adentrándome en el país, descubriendo por mí misma su idiosincrasia. Incluso si viajo con ideas previas de escenas que quiero narrar, el viaje y las personas que conoces lo transforman todo. Te ves en situaciones que te hacen preguntarte: ¿cómo he llegado yo aquí?
E. M.: ¿Por ejemplo?
B. G.: Cuando estuve en Bangladesh quería ir a Chittagong, visitar los astilleros donde se desguazan barcos a mano y las condiciones son tan terribles que lo llaman el “infierno en la tierra”. No está permitida la entrada a los occidentales para que no podamos denunciar lo que sucede allí, pero si iba a hablar de ello en mi novela, quería verlo con mis propios ojos. Desde Dacca viajé al sur, a Cox’s Bazar, la playa ininterrumpida más larga del mundo, allí conocí a unas personas encantadoras que me facilitaron los contactos necesarios para poder moverme por Chittagong. Días después estaba trepando una columna de escombros de barcos para entrar, a escondidas, en uno de los astilleros: los operarios caminaban descalzos por la arena llena de chatarras cortantes; un hombre encaramado en un buque manejaba un soplete sin gafas de protección...
Son experiencias que te cambian. De hecho, al volver de Bangladesh sufrí un golpe de realidad muy salvaje que, a veces, echo de menos porque, al final, te reinstalas en tus rutinas y vuelves a normalizarlo todo.
"Irina y Aitana son mujeres empoderadas: hacen lo que quieren, no lo que otros les dictan y en eso yo sí que creo que soy un poco como ellas"
E. M.: Una transformación profunda que también sufren tus protagonistas en sus novelas…
B. G.: Sí, eso intento. Irina viaja a Bangladesh durante una crisis de identidad, mientras que en Aitana lo que tenemos es una huída forzada a Costa Rica, con una joven buscando emular la gloria de los libros que ha leído de pequeña. Ambas se conocen a sí mismas a través de ese viaje que las transforma.
También son mujeres empoderadas: hacen lo que quieren, no lo que otros les dictan y en eso yo sí que creo que soy un poco como ellas. Pero, a su vez, son muy antiheroínas, especialmente Aitana, como me ocurre a mí, que me siento más Bridget Jones que Lara Croft en el día a día. Quería transmitirle a Aitana esa parte de mi personalidad más ingenua, jovial, muy soñadora, aventurera pero poco práctica, sin los pies en el suelo… es la vida la que le enseña a ser más dura, más pragmática, a coger las riendas e ir ganando personalidad.
E. M.: Una Aitana tan marcada por los libros que leyó de pequeña que, en un momento, se abraza a ellos como su bien más preciado…
B. G.: Ahí le puse un punto muy loco. Viajas a Costa Rica, solo te puedes llevar dos maletas, y una la llenas de libros… Pero ese era mi guiño a las lectoras, a todas las que amamos la literatura. Sabía que ellas lo iban a entender, que se iban a sentir identificadas en esa locura tan bella.
E. M.: Y si Aitana, un personaje que defines como muy quijotesco, se pierde en La Isla del Tesoro o Los tres mosqueteros, en tu caso ¿cuál es tu novela de cabecera? ¿Ese libro para disfrutar sin prisa durante el verano?
B. G.: Ahora con lo que más disfruto es con la buena literatura, como El amor en los tiempos del cólera, donde cada frase es una iluminación. Gabriel García Márquez tiene la habilidad de convertir lo rutinario en algo nuevo, inesperado, impredecible.
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