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Joseph Boulogne, mucho más que el Mozart negro Joseph Boulogne, mucho más que el Mozart negro

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Joseph Boulogne, mucho más que el Mozart negro

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Caballero de San Jorge, experto espadachín, erudito, violinista, compositor, oficial del ejercito, líder nato y, a pesar de todo, personaje casi anónimo.

Por Raúl RearMachine

Joseph Boulogne debería constar en los libros de historia como una figura destacada de su época, pero, lamentablemente, su legado únicamente ha trascendido gracias a un desacertado apodo: el Mozart Negro. Efectivamente, por el organismo de esta eminencia del siglo XVIII corría sangre africana ya que su llegada al mundo fue fruto de la relación de su padre, un rico terrateniente francés asentado en la isla caribeña de Guadalupe, con una de sus esclavas. Algunos historiadores expertos en música reivindican su genio y afirman que, muy posiblemente, su obra influyera en la de Mozart, por lo que, en justicia, tal vez el de Salzburgo podría haber lucido el apelativo de el Boulogne Blanco.

Joseph Boulogne tuvo una infancia feliz y, a la edad de 10 años, cuando el resto de su familia legítima regresó a Francia, les acompañó como un miembro más. Se inscribió en escuelas de élite y recibió lecciones privadas de música y esgrima. Pronto destacó por su enorme talento y su primer salto a la fama se debió a su impactante dominio del florete. Campeón precoz de esgrima, fue el discípulo más aventajado del maestro La Boëssière. Una pintura que cuelga de las paredes del Palacio de Buckingham, donde aparece disputando un asalto frente al Chevalier d’Éon, da fe de ello.

Debido a su destreza y a la posición aristocrática que ostentaba su padre, Luis XV le nombró Chevalier de Saint-Georges pese a que el Code Noir de Francia prohibía que heredara oficialmente el título nobiliario de su progenitor. Incluso John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos de América, lo describió como “el hombre más consumado en Europa en equitación, tiro, esgrima, baile y música”.

La sólida formación musical de Boulogne llevó a François-Joseph Gossec, uno de los compositores sinfónicos más aclamados de Francia, a invitar a Boulogne a unirse a su orquesta como violinista cuando fundó el Concert des Amateurs en 1769. Sus primeros trabajos como compositor, fechados en 1770, revelan un carácter inquieto e innovador, si bien se trata de obras primigenias en las que el autor aún buscaba su propia identidad. Los cuartetos de cuerda de sus Opus 1 fueron de los primeros de su clase que se estrenaron en Francia y sus sonatas para teclados y violín resultaron impactantes en la época, ya que elevaban el protagonismo de ambos instrumentos y rompían con la tradición barroca.

En 1772, dentro del ciclo Concert des Amateurs, Boulogne estrenó dos conciertos para violín con los que obtuvo un notable éxito de público y crítica. Él mismo intervino como solista y los expertos destacaron tanto su equilibrio de las fuerzas orquestales como el brillante tratamiento de los colores caprichosos en los instrumentos. En 1773, cuando Gossec fue invitado a dirigir la serie de Concert Spirituel, le nombró sucesor al frente del Concert des Amateurs y logró que la orquesta fuera reconocida como la mejor del momento en Europa.

En 1775 le pidieron que se postulara para la dirección de la Académie Royal de Musique, el cargo más relevante de su clase en Francia, pero finalmente su candidatura decayó después de que María Antonieta recibiera una misiva firmada por un grupo de músicos influyentes que se negó a “aceptar órdenes de un mulato”. Pese a todo, aquel revés no hizo mella en su ánimo y aquel mismo año publicó dos sinfonías concertantes para violines y orquesta, un género incipiente a medio camino entre el concierto grosso barroco y el concierto clásico que presentaba a dos o más solistas batiéndose en un virtuoso duelo musical. Entre 1775 y 1778 firmó ocho piezas de este tipo.

¿Llegaron a coincidir físicamente Boulogne y Mozart? Según la documentación de la época, sí. En 1778, el genio de Salzburgo viajó a París y permaneció en la ciudad desde marzo hasta septiembre. Incluso se alojó como invitado en la misma residencia que ocupaba Boulogne, la propiedad del conde Sickingen, por lo que es más que probable que escuchara sus creaciones. Sorprendentemente, cuando Mozart regresó a Austria, lo primero que compuso fue su Sinfonía Concertante en mi bemol, trabajo que, según publicó el reputado concertista y violinista Gabriel Banat en el Black Music Research Journal, guarda notables similitudes con determinados extractos de la obra de Boulogne. La secuencia que más recuerda al estilo del Chevalier de Saint-Georges es una en la que la música se eleva hasta alcanzar los registros más altos del instrumento para, acto seguido, iniciar una caída dramática. Algo inédito hasta ese instante en la carrera de Mozart.

Las dificultades financieras condujeron a la desaparición del Concert des Amateurs en 1781, con lo que Boulogne y sus músicos buscaron cobijo en el Concert de la Loge Olympique. Allí, dirigió el estreno de las seis sinfonías de París de Haydn y logró, nuevamente, elevar la reputación de la orquesta hasta los primeros puestos europeos. La convulsa situación política resultante de la Revolución Francesa y la consiguiente ausencia de patrocinios musicales acabaron por frustrarlo y, para el momento de su muerte, en 1799, había reducido drásticamente su actividad musical.

A pesar de todas las dificultades, su música ha mantenido intacta su vigencia a lo largo de los siglos y hoy en día es reivindicada en Francia como un legado destacado, a la altura del de Mozart. Sus obras son grabadas e interpretadas regularmente en conciertos, y su figura ocupa actualmente el puesto de relevancia como pionero e innovador que siempre debió ostentar. Joseph Boulogne, un portento con nombre propio.

IMÁGENES | PIXABAY

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