Por Cervezas Alhambra
Escuchar una nota cualquiera y saber identificarla por su nombre al instante. Sin dudarlo, sin necesidad de tomar una referencia externa, de forma natural y espontánea. Este don tan impactante es, lógicamente, muy apreciado en el mundo de la música y se denomina oído absoluto. Por estadística, lo tiene una de cada 10.000 personas, y permite conocer la afinación y tonalidad de una canción con total exactitud. Es más, hace posible que sus poseedores puedan reproducir una composición completa con sólo escucharla una vez. Para hacernos una idea de lo que puede aportar esta capacidad, basta con señalar que, al margen de un talento inabarcable, Wolfgang Amadeus Mozart tenía oído absoluto, lo cual le ayudó a apuntalar una magistral producción musical en tan solo 35 años de vida. La leyenda dice que, siendo Mozart muy pequeño, exclamó “¡sol sostenido!” al escuchar el gruñido de un cerdo..
Son muchos los ejemplos de artistas que han sabido explotar esa rara habilidad para consolidar sus carreras musicales. Se cuenta que Beethoven, Bach y Tchaikovsky también la tenían, al igual que otros artistas contemporáneos. Frank Sinatra, ‘La Voz’, contaba con esta facultad, lo cual le permitió triunfar pese a no contar con formación académica. Era legendario el miedo que sentían muchos músicos a la hora de grabar con él, ya que detectaba cualquier fallo al instante y obligaba a repetir las tomas de forma implacable hasta que quedaban perfectas. También Freddie Mercury, capaz de cambiar de estilos completos de canto o de saltar de una octava a otra en un solo segundo, Brian Wilson y Michael Jackson contaron con un oído absoluto que les ayudó a aportar ese particular toque de genialidad a sus creaciones. El líder de los Beach Boys ha hablado en numerosas ocasiones de su capacidad para reproducir y modificar composiciones a voluntad en su cabeza con sólo invocarlas, un talento que le permite analizar cuantas variaciones desee sin necesidad de ejecutar las melodías y saber si funcionarán en disco sin tan siquiera pisar el estudio.
Jimmy Hendrix también lo tenía. De ahí que basten cinco segundos para identificar cualquiera de sus canciones. Una historia poco conocida cuenta que, en sus inicios, al no poder permitirse comprar un afinador, iba a las tiendas de música, memorizaba los sonidos de las guitarras allí expuestas y regresaba a casa para afinar su instrumento a golpe de recuerdo.
Bing Crosby fue otro de los artistas tocados por el don. Su inconfundible voz de barítono bajo y su habilidad para trasladar el espíritu del jazz y el blues al gran público le convirtieron en la primera estrella multimedia de la historia. Se cuenta que, en cierta ocasión, el crooner se quedó dormido en un tren y que sus ronquidos acompasaban perfectamente la tonalidad de la locomotora.
La incomparable Ella Fitzgerald disponía igualmente de oído absoluto. En activo durante más de 60 años, la gran dama del jazz era una perfeccionista y se dice que su banda tomaba su voz como referencia para afinar sus instrumentos, algo realmente inaudito. La nómina de artistas famosos agraciados con esta facultad es extensísima, e incluye nombres tan dispares como los de Mariah Carey, Stevie Wonder, Yanni, Ray Charles o Charly García. Los biógrafos del músico, compositor, multiinstrumentista, arreglista, cantautor y productor argentino, cuentan que éste, a la edad de cinco años, coincidió con el famoso guitarrista Eduardo Falú en un show producido por su madre y que detectó que la guitarra del maestro estaba desafinada. Pese a los intentos de la madre por evitar que el pequeño Carlitos importunara al artista, Falú le conminó a decirle qué le sonaba mal. El niño se levantó, tocó la quinta cuerda de la guitarra y dijo “esta”. Efectivamente, hizo vibrar el ‘la’ y comprobó que estaba desafinada.
La ciencia ha estudiado a fondo este fenómeno y ha determinado que el cerebro de las personas con oído absoluto difiere ligeramente del resto. Cuentan con una corteza auditiva mayor y, al parecer, ello les permite procesar una banda de frecuencias más amplia de lo habitual. Todo ello podría obedecer, de acuerdo con las investigaciones médicas llevadas a cabo, a un factor genético. De ahí que, por ejemplo, los tres hermanos de la familia Santana, residente en uno de los barrios más humildes de Río de Janeiro, cuenten con esta extraordinaria habilidad. Alex, Laís y Pedro son capaces de identificar las notas de los cláxones de los automóviles, reproducir con fidelidad cualquier melodía que hayan escuchado una sola vez y son incapaces de tocar una pieza si no es en la tonalidad correcta. Ellos vendrían a confirmar la teoría del componente genético, pero los estudios van aún más allá: el oído absoluto está vinculado al contexto cultural y al idioma. Así, se estima que los hablantes de lenguas tonales, como el mandarín, el tailandés o el vietnamita -las asiáticas en general- tienen más posibilidades de desarrollar esta capacidad.
Hay quien considera que el oído absoluto está sobrevalorado y que, en realidad, no pasa de ser un mero truco de salón con el que sorprender en las fiestas y reuniones sociales. En otras palabras, que su peso no inclina la balanza del lado del éxito a la hora de componer o interpretar música. Sin embargo, los expertos aseguran que nos hallamos ante una aptitud que convierte a sus poseedores en seres musicalmente más avanzados que el común de los mortales, personas que disponen de una capacidad involuntaria de procesamiento de información que el resto debemos realizar de forma reflexiva y trabajada. Los ‘oídos perfectos’ son capaces de identificar tonos generados al azar con una precisión del 100%, mientras que la media habitual ronda el 8%.
Esta capacidad casi sobrehumana que muchos soñarían tener, puede, sin embargo, convertirse en un verdadero engorro. Imaginen asistir a un concierto y detectar cada nota errónea, cada instante desafinado o cada escala inadecuada. Una situación que puede resultar irritante y hasta insoportable para alguien con el don.