Muchos la consideran la figura más importante de la música electrónica y no les faltan argumentos para defender esta afirmación. Wendy Carlos ha abierto nuevos caminos y luchado contra todo tipo de obstáculos a lo largo de toda su vida.
Por Raúl RearMachine
Reinterpretó la obra de Johann Sebastian Bach en clave electrónica y vendió millones de discos; trabajó con Stanley Kubrick en la música de las míticas bandas sonoras de ‘La Naranja Mecánica’ y ‘El Resplandor’; creó el primer álbum de música ‘ambient’ cinco años antes que Brian Eno, colaboró con el ingeniero Robert Moog en el desarrollo de sus instrumentos y fue una de las primeras mujeres trans de la historia tras someterse a una operación de reasignación de sexo en 1972. Toda una vida de hitos y barreras derribadas que convierten su biografía en una de las más apasionantes del siglo XX.
Wendy Carlos nació como Walter Carlos en Pawtucket, Rhode Island, en noviembre de 1939 y pronto mostró su inclinación por la música. A los seis años comenzó con las clases de piano, pero como su familia no podía comprar un piano su padre le dibujó un teclado en un papel para que pudiera practicar en casa. No sólo acabó destacando como pianista, sino que también demostró sus dotes para la ciencia. Fabricó un equipo de alta fidelidad para sus padres de forma totalmente artesanal y, a los 14 años, ganó un concurso en el colegio construyendo su propia computadora. Más tarde, cuando se enamoró de la música electrónica primigenia de Pierre Henry y Bebe Barron, desarrolló su propia máquina grabadora de bobina.
A los 22 años se mudó a Nueva York para cursar estudios de física y música en la Universidad de Brown, aunque también acabó aprendiendo composición de los maestros Otto Luening y Vladimir Ussachevsky. Un buen día de 1964 que acudió a una conferencia, se fijó en que uno de los asistentes se había quedado dormido y se le acercó. Se trataba del ingeniero Robert Moog, y aquel encuentro casual derivó en una gran amistad. La relación se mantendría a lo largo del tiempo y el maestro de los sintetizadores aplicaría todas y cada una de las sugerencias de Carlos en la creación de sus instrumentos. Las indicaciones sobre los filtros de sonido y los controles de deslizamiento de tono se convirtieron rápidamente en señas de identidad de Moog y la petición de integrar un teclado sensible al tacto acabaría incorporándose a finales de la década de los 70. "Wendy ha construido sonidos líricos que nadie antes había escuchado salir de un sintetizador digital. Nadie está en su liga", llegó a declarar Moog en una entrevista concedida a la revista People.
En 1968 llegó uno de sus máximos éxitos: el disco ‘Switched-On-Bach’. Una reinterpretación de las obras de Johann Sebastian Bach ejecutada con un sintetizador Moog que contó con la colaboración de su amiga Rachel Elkind, secretaria de uno de los jefes de Columbia Records. En aquel momento, Columbia preparaba una campaña llamada ‘Bach to Rock’, y Elkind pensó que Carlos podría crear un disco que encajara con todo aquello. Los responsables de la discográfica no mostraron gran interés en aquella ambiciosa colección de reimaginaciones del compositor clásico en clave de Moog y, presuponiendo que el disco apenas se vendería, le ofreció un pequeño anticipo y un alto acuerdo de royalties. ‘Switched-On Bach’ encabezó las listas clásicas de Estados Unidos durante los siguientes tres años.
Aquel disco logró elevar a los sintetizadores, entonces vistos por muchos como meros productores de efectos sonoros, a la categoría de instrumentos auténticamente expresivos. Michael Stein y Kyle Dixon, creadores de la banda sonora de la serie Stranger Things, descubrieron el álbum en el año 2000 y, además de servirles de inspiración, reconocen que Wendy Carlos les enseñó a profundizar en el empleo de los sintetizadores. En 1972 publicó ‘Sonic Seasonigs’, considerado por muchos expertos como el primer álbum de música ‘ambient’. Llegó antes de ‘Zeit’, de Tangerine Dream, también publicado en 1972, y de ‘Discreet Music’, de Brian Eno, lanzado en 1975, por lo que consideran que Wendy Carlos fue la auténtica precursora del ‘ambient’.
Pero volvamos la vista atrás por un instante. Un año antes, en 1971, Carlos tuvo una revelación. Le habían regalado un ejemplar de ‘La Naranja Mecánica’, de Anthony Burgess, y se vio sorprendida por lo bien que encajaba la temática del libro con el proyecto musical que tenía entre manos: crear una pieza electrónica vocal a partir de la Novena Sinfonía de Beethoven. Cuando supo que Stanley Kubrick preparaba una adaptación cinematográfica de la novela, no dudó. Le envió el material que había preparado y le pidió que le dejara crear la banda sonora. Dos días después volaba rumbo a Londres invitada por el cineasta.
La colaboración no fue todo lo idílica que se presuponía. Kubrick acabó sustituyendo algunas de las piezas de Wendy por las versiones clásicas originales en el último minuto y surgieron tensiones. Pese a todo, fue pionera en el empleo del Dolby en la historia del cine y la relación se mantuvo lo suficientemente estable como para que volvieran a trabajar juntos varios años después.
Wendy acostumbraba a vestir ropas femeninas, pero en aquel momento de 1972, siendo ya plenamente consciente de su identidad como mujer, se sometió a una operación de reasignación de sexo. Desapareció de la vida pública y se hizo el silencio en torno a ella hasta mayo de 1979, cuando concedió una entrevista a la revista Playboy. En la misma confesó haber sentido miedo ante la posibilidad de convertirse en el blanco de los intolerantes y ante la eventualidad de que la industria musical no volviera a tomarla en serio.
No fue así. Poco después de que aquella publicación viera la luz, se confirmó que participaría en la banda sonora de ‘El Resplandor’ (1980), de nuevo junto a Kubrick. La experiencia no fue mejor que la anterior. Hubo modificaciones imprevistas y descartes no anunciados, por lo que, frustrada, Wendy manifestó que no volvería a trabajar con el cineasta. “Me gustaba Stanley, me encantaban su inteligencia y su curiosidad, pero me hacía enloquecer”, explicó. Volvería a firmar una última banda sonora, pero no para Kubrick. Ideó la música de ‘Tron’ (1982), de Steven Lisberger y la llenó de orquestaciones, coros, órganos y sintetizadores. El director aseguró que aquella música “llevó la película a otra dimensión”.
Durante el resto de la década de los 80 publicaría el disco ‘Digital Moonscapes’ (1984), empleando el sintetizador digital Synergy y material descartado de la partitura de Tron. Posteriormente lanzaría ‘Beauty in the Beast’ (1986), para el cual inventó su propio sistema de afinación a partir de dos teclados -el primero se usa para tocar las notas y el segundo para marcar la nota ‘raíz’ a partir de la cual se reafina todo a intervalos racionales de tonos-, y ‘Secrets of Synthesis’ (1987), una introducción a la síntesis de sonido con ejemplos y sus propios comentarios.
Apartada de los focos por voluntad propia, la pionera de la música electrónica ha dedicado los últimos años al estudio de los eclipses solares y a realizar fotografías especializadas dentro de este campo que han sido publicadas por la NASA. Una mujer con talento, inteligencia y visión que supo tomar las riendas de su vida en tiempos de cambio.
IMÁGENES | UNSPLASH
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