Dos realidades al otro lado de la frontera. Una de sabores bañados en la inspiración más atlántica y otra llena de tradición y productos de campo.
Por Esther Morales
Cuando viajamos, cuando nos dejamos llevar por el camino, no existe elemento más ambiguo que la frontera. En ella todo termina y empieza, aúna todo lo que nos une y lo que nos separa, y se genera todo un paradigma que traspasa lo físico, que nos indica que estamos ante dos realidades diferentes.
España, con sus particularidades y su diversidad, tiene la suerte de ser territorio de paso entre dos vecinos con un marcado legado cultural, sobre todo en lo gastronómico. Dos influencias directas muy distintas, que van desde la sofisticación europea de Francia hasta el sentir más atlántico de Portugal y su vida ligada al mar. Ni siquiera las islas se salvan de esta relación -aún cuando sus fronteras son más amplias-, que reparte infinitas coincidencias lusas por los cuatro archipiélagos de la Macaronesia; y galas, en las joyas mediterráneas baleares.
La frontera, de hecho, no está siempre pensada para dividir culturas, sino para invitarnos a atravesarlas y salirnos de límites que no siempre son físicos. Una práctica que conocen muy bien los maestros cerveceros de Cervezas Alhambra, que se dejan influenciar por variedades bálticas, británicas o indias para crear su propio universo de indiscutible sabor.
En busca del verdadero sabor autóctono, nos adentramos por carretera en la gastronomía limítrofe que compartimos con Francia y Portugal. Un viaje para deleitarnos con los iconos más conocidos de sus dos cocinas, con los platos que podrían salir de la despensa de cualquier abuela española y con los diamantes escondidos de su saber culinario.
Portugal: más allá del bacalao
Portugal no podría entenderse sin producto nacional por excelencia: el bacalao. No es de extrañar, porque son auténticos expertos en elaborarlo en todas sus formas. De hecho, en fiestas populares es habitual combinar interpretaciones, aunque el más conocido es el bacalao à bràs, que se prepara con patatas paja y huevo, se culmina con perejil y, en ocasiones, con aceitunas negras.
Precisamente, es bien sabido por los españoles que viajan hasta Portugal todos los veranos que el mejor bacalao à bràs se puede comer en las zonas de frontera con Cáceres y Salamanca. Sin embargo, como no es un plato especialmente complicado, se puede preparar también en casa y acompañar con el perfil fresco y aromático de Alhambra Radler Lager Singular.
Pero no todo es bacalao a este lado de la frontera. El interior de Portugal tiene una larga tradición de cocina con embutido, en la que su famoso caldo verde, su feijoada o sus alheiras (chorizos ahumados de carne de caza que se suelen servir a la parrilla). La portuguesa es una gastronomía de platos contundentes, donde sus sardinas y sus pasteis de Belém tienen fama mundial, pero en la que sus gentes se decantan más por recetas de siempre como su propia interpretación del sándwich, la francesinha, que se cubre con queso y se baña en salsa picante.
Francia: los sabores de la Provenza
Dirigirnos hasta Francia es toda una apuesta por la buena gastronomía. La cuna de la haute cuisine es todo un sinónimo de sofisticación, pero también de un amplio abanico de sabores y productos sorprendentes que solo podremos encontrar en sus regiones de campo. Atravesando los Pirineos, donde es habitual encontrar infinitos platos que compartimos franceses y españoles, podemos llegar hasta La Provenza, una de las regiones con más encanto del país.
Su gastronomía, que es todo un homenaje a lo natural, está claramente influenciada por los sabores mediterráneos, aunque reinterpretados según el gusto francés. Un paladar que ha descubierto en las hierbas provenzales un excelente aliado para llenar de sabor carnes, pescados y otras elaboraciones, cuyo aroma y sensación marida muy bien con la contundencia y las notas tostadas de Alhambra Reserva Roja.
También de la Provenza llegan platos que nos resultan muy familiares, como el aïoli (la habitual salsa alioli), la olivada o la ratatouille, una famosísima combinación de verduras, que viene a parecerse bastante al ‘batiburrillo’ que llena nuestras mesas en forma de pisto. Pero, si de platos conocidos se trata, su ensalada Niçoise, a base de tomate, atún, huevo, anchoas y aceitunas, es el verdadero símbolo de la región.
Y es que, si en España somos unos apasionados de la aceituna, esta gastronomía demuestra, plato a plato, que tampoco puede prescindir de ella. Sobre todo con sus características hogazas de pan fougasse, que incluyen olivas troceadas y son un acompañamiento estupendo para los característicos quesos franceses. La excusa perfecta para dejar atrás la frontera y adentrarse por completo en esta región de pueblos con encanto, viñedos y campos de lavanda.
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