Es Tendencia - Curiosidades
Más allá de una tendencia pasajera o el porqué del furor de la escalada (un deporte para practicar sin prisa)
Que la escalada se ha consolidado como el deporte predilecto de muchos es un hecho. Ahora bien, ¿por qué ha conquistado a tantas personas? Descubrimos los secretos de esta disciplina
Es un deporte que se realiza en apariencia solo, pero en el que el equipo lo es todo; tiene su versión exterior en la naturaleza, pero te permite practicar cada día su técnica en lo más profundo de la ciudad; una disciplina que te obliga a conectar contigo, a reflexionar sobre los pasos que vas a dar, a avanzar sin prisa y de forma consciente el momento.
La escalada es un deporte diferente en el que la pausa, respirar y escuchar lo que tu cuerpo te quiere decir, o el espacio comunicar, lo convierten en una afición en la que tan importantes resultan las condiciones físicas desarrolladas como saber leer, así como entender, la vía que tienes ante ti.
Equilibrio mental y capacidad resolutiva
Siempre que se piensa en comenzar a practicar un deporte, nuestra mente se dirige directamente a los beneficios físicos que nos puede aportar. En el caso de la escalada algunos de ellos son fácilmente identificables: aumento de la fuerza, resistencia, flexibilidad, coordinación y mejora de la movilidad. Otros, sin embargo, son ligeramente menos conocidos por aquellos que no están tan familiarizados con él: nos referimos al aporte positivo que tiene para nuestra mente.
Al igual que el yoga nos ayuda a conectar con el ahora, la escalada nos obliga a vivir el presente y centrar nuestra atención únicamente en el problema que tenemos ante nosotros: la estrategia que debemos seguir para concluir de manera exitosa una vía o bloque. Esto nos exige prestar atención a nuestro cuerpo, los movimientos que necesita hacer y las posturas que requiere adoptar. Esta consciencia del espacio y el entorno evita que nos distraigamos con futuribles y problemas que rondan nuestra mente, porque la atención al detalle es fundamental a la hora de afrontar el reto de escalar.
Pero también es un entrenamiento vital que nos ayuda a desarrollar la paciencia, la concentración y la perseverancia. Se requiere tiempo para dominar la técnica, para dominar e interiorizar cada uno de los movimientos y que nos salgan de forma intuitiva. Por ello, una de las primeras cosas que aprendes al enfrentarte a un bloque es a caer. Y es que van a ser muchas las veces en las que terminarás en el suelo, en las que deberás coger aire, descubrir en qué te equivocaste y volver a empezar. Tantas como sean necesarias hasta completar el desafío que tienes ante ti.
Solo pero siempre en equipo
Si bien es cierto que la escalada eres tú con el reto escogido, también es verdad que parte del éxito de este deporte es su capacidad de impulsar las dotes de socializar y el espíritu colaborador. La primera razón es que, si decides disfrutar de él en plena naturaleza, necesitas a alguien que esté ahí para asegurarte y sostenerte si das un paso en falso, pero también para desbloquearte si en un momento dado no tienes claro por dónde continuar.
Un apoyo que también se respira en los rocódromos, incluso cuando te sirves de un autoseguro para afrontar la vía. De forma natural los escaladores colaboran entre ellos, comentan cómo han afrontado el ‘pegue’, qué les ha resultado difícil, dónde han podido equivocarse o cómo han resuelto las dificultades que han encontrado en el camino. De hecho, es muy común que las jornadas de escalada se programen para dejar espacio al descanso y las charlas acompañadas con un brindis con Cervezas Alhambra.


Un encuentro con la naturaleza
En la clásica o tradicional, los escaladores establecen una relación especial con el entorno en el que se encuentran. La razón es que el primero de ellos es el responsable de ir anclando a la pared el método de aseguramiento que irá utilizando el resto del equipo, el cual será recogido a su paso por el último. Este punto es una de las principales diferencias con la escalada deportiva, en la que los anclajes son fijos y no móviles, gracias a las ‘chapas’.
Aquellos que se decantan por la ascensión de paredes en las que las presas son insuficientes es habitual que opten por la escalada artificial, durante la cual se sirven de material como ganchos, escaleras o estribos. Sin olvidar a los que les encanta mezclar disciplinas y optan por la alpina, en la que se entrelazan la tradicional, la artificial y la que se realiza sobre espacios nevados.
Por último, también es posible apostar por la escalada libre, en la que no se permite recurrir a ningún tipo de ayuda durante el ascenso y reclama habilidades muy elevadas, o huir de las alturas y centrarse solo en los aspectos más técnicos a través del boulder.
Optes por una modalidad u otra, lo que es innegable es que escalar en un paraje natural multiplica los beneficios gracias a la propia energía del paraje con el que nos conectamos.
Un deporte reconvertido en cosmopolita
No vamos a negar que nos encanta escaparnos al campo, pasar unas horas perdidos en mitad de la naturaleza y respirar aire limpio. Disfrutamos de esos momentos en los que los únicos ruidos que se oyen a nuestro alrededor son de animales o del propio viento al colarse por una grieta. Sin embargo, también somos realistas: muchas veces el día a día nos imposibilita esas escapadas, por exprés que puedan ser.
La gran noticia es que, para esos ratos en los que nos apetece dedicar unos minutos a nuestro deporte favorito, los rocódromos como los que Sputnik tiene en Madrid o Bilbao se convierten en nuestros mejores aliados. Un lugar en el que practicar la técnica, sortear obstáculos, desarrollar nuestra capacidad de definir estrategias ante las vías diseñadas y mejorar nuestras habilidades hasta que podamos volver a trepar por una pared de auténtica roca en plena naturaleza.
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