Por Nerea Campos Godoy
“Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”. De todas las ocurrencias, historias, piropos y lisonjas que la ciudad de Granada ha provocado a lo largo de los años, esta frase es una de las más conocidas. Sin embargo, su origen, aunque cierto, pocos saben señalarlo.
Granada, ciudad de La Alhambra, los ríos Darro y Genil nutren sus calles de la misma forma en la que las leyendas que pueblan la localidad van repartiéndose por cada uno de sus afluentes. Como si el reguero de agua que va descosiendo cada río tirase de una madeja en la que todas las leyendas de la ciudad existen a la vez, una suerte de pensadero que cuenta la historia completa de una ciudad.
Un lugar ligado a la naturaleza y a lo que esta misma produce, como el origen de Cervezas Alhambra, vínculo irrompible con Granada. Es una historia que se escribe de la mano: ambas Alhambras —cerveza y monumento— caminan juntas por Granada, ciudad que las ve nacer, esencia que se respira en cada aroma que desprenden.
El mismo aire caliente que se pone junto al sol se dedica a tostar el cereal, materia prima de una cerveza que se transforma hasta conseguir ese sabor tan suyo. Un proceso de ebullición hasta llegar a ese aroma afrutado, especial, nacimiento y río que con los años no disminuye su caudal, sino que se hace aún más imprescindible como una historia conjunta. Un tronco del que nacen las distintas ramas de Cervezas Alhambra y que, como todas las buenas decisiones, se toman en el momento justo para lograr una personalidad única en función del lúpulo, el mosto y los procesos de centrifugado, enfriado, fermentación...
Hay versos que quedan grabados en la memoria y, a veces, alguien se atreve a plasmarlos en libros o, incluso, en los muros de una torre. El hombre que instaba a una mujer a darle limosna a un ciego no era otro que Francisco de Asís de Icaza, un poeta mexicano que nació en el año 1863. En su luna de miel decidió visitar Granada con su esposa y, según dice la cultura popular, al encontrar una ciudad tan increíblemente inspiradora, sintió pena de un ciego que pedía limosna en la Puerta de la Justicia.
Ese verso ahora está grabado en el muro de la Torre de la Vela en una placa de cerámica y forma parte de la historia con mayúscula de una ciudad que no solo inspira a poetas, artistas, pintores, músicos o escritores, sino a toda aquella persona que la haya visitado, aunque sea una vez en la vida.
Una anécdota que hoy en día recorre la cronología de la ciudad, como tantas otras que, al tirar de esa madeja de la tradición de Granada, van conformando el imaginario colectivo de todas las vidas por las que la ciudad a los pies de la Alhambra ha ido pasando.
Épocas que marcan cada momento de un territorio rico en historias y personajes. Olores que se anotan en una libreta o se pintan al óleo para poder volver a ellos. Plasmar esos momentos, cada bocado que se le da a la ciudad. Eso es lo que han intentado hacer a lo largo de los siglos con Granada, pero, ¿realmente se puede abarcar una ciudad y su trayectoria? Quizá por eso seguimos contándonos historias. Leyendas donde capturamos un pequeño trozo de la ciudad, de su esencia, para darle y darnos un significado: así hablamos de ella y de nosotros.
Pararnos a pensarla y recordarla, como parte de lo que somos, un origen compartido, como el de Cervezas Alhambra: unida a la ciudad palatina y a la que descansa a sus faldas desde hace tantísimos años. El tiempo une a la Alhambra con su cerveza: historias de la Alhambra que reposan en Granada junto a multitud de leyendas. Una niebla de misterio se sopla al desvelar el origen.
Los sentidos se despiertan desde ambas y de una manera muy similar. Cervezas Alhambra hace que respondamos con el tacto, el sabor y el olor, pero también con la vista: ojo de gato que se dilata al verla fluir. Lo mismo ocurre con la Alhambra, monumento ligado a la visión que también puede olerse a través de sus aguas y plantas. Se saborea con la mirada y el tacto fiel del paso del tiempo.
En las faldas de la Alhambra grita un hotel abandonado
Mirarse para reconocerse. Una gota de agua que hace el recorrido del monumento por excelencia: líquido que nombra mientras se esparce. Al terminar su recorrido, se encuentra con un hotel abandonado y este le cuenta su historia.
A los pies de la Torre de Comares, mirando de frente al Paseo de los Tristes, se alza un hotel que en su origen fue a llamarse Bosques de la Alhambra, aunque aún algunos lo llaman Hotel Reuma, pues nunca llega un rayo de sol directo a ese lado de la ladera. Un edificio que refleja de manera sombría la arquitectura de principios del siglo XX, época en la que fue construido para dar alojamiento a los visitantes de la ciudad que no querían perderse ni un ápice de la Alhambra.
Pronto comenzaron las lenguas a decir que algo hacía de aquel lugar un sitio incómodo para los invitados. Entre la niebla misteriosa, la humedad de una zona en la que nunca da el sol de manera directa y una sensación de embrujo que conquistaba a cada una de las personas hospedadas de pies a cabeza, como si un hechizo los envolviese. Con el tiempo, pocos querían acercarse por allí y aún menos alojarse y el edificio fue poco a poco quedándose abandonado a la merced de la naturaleza de alrededor y de esa imborrable sensación de humedad.
Si alguien se pasea de noche por el Paseo de los Tristes y mira hacia el lado del hotel, quizá pueda aún sentir esa magia y misterio.
Washington Irving y la leyenda de la Puerta de la Justicia
Washington Irving (1783-1859) fue uno de los escritores norteamericanos más influyentes de su país y un prolijo amante de la Alhambra de Granada. Su famoso libro Cuentos de la Alhambra fue escrito durante una estancia en la que permaneció en la mismísima fortaleza. Inspiración, historia, sonidos y olores que penetraron también a un escritor que fue igualmente influido por los embrujos de la ciudad palatina.
Además de un gran trabajo de investigación, cuya parte importante tuvo lugar en la Biblioteca Universitaria de Granada, Washington Irving tiró de la madeja de la tradición de la Alhambra hasta conseguir numerosas historias y leyendas que se cuentan de la Alhambra. Una de ellas se remonta hasta el origen mismo de la construcción del monumento: la leyenda de la Puerta de la Justicia.
Según se dice, el cuidado que se puso en la edificación de la Alhambra fue ejemplar en todos los ámbitos, desde el más puramente arquitectónico hasta los detalles que se aprecian con la vista más sensible.
Al igual que Cervezas Alhambra pone dedicación hasta en el más ligero chisporroteo de sabor, quienes pusieron en pie este edificio hicieron lo propio. Guardar la historia en botellas para disfrutarla en el mejor momento. Saber que cada matiz fue tan bien pensado como cada piedra de caliza que se colocaba en la Alhambra.
Una construcción tan fuerte como el impacto de belleza que supone divisarla desde el mirador de San Nicolás. De ella se decía que ni aunque recibiese el ataque de más de mil ejércitos enemigos podría caer, tal era la fortaleza de su cimentación.
Si llegase algún día en el que la llave del arco interior de la Puerta de la Justicia y la mano del arco que se encuentran en el exterior se uniesen, ese día significaría la llegada del fin del mundo y toda la fortaleza terminaría destrozada en ruinas.
Del mismo arco también se contaba que ningún caballero podría alcanzar la mano del arco exterior. De hecho, aquel caballero que montado a caballo y armado con una lanza la tocase con la punta de la misma, acabaría conquistando el trono de la Alhambra.
La tinta roja de la sala de los Abencerrajes
La sala de los Abencerrajes tiene forma rectangular y en su centro se encuentra una fuente con forma dodecagonal hecha en mármol, a cuyos lados se han construido dobles arcos con sendas columnas de azules capiteles que van a dar a dos alcobas del palacio. Todas las paredes se recubrieron con yeserías y zócalos repletos de azulejos que desvelan su pertenencia al siglo XVI.
Una mirada desde la sala al cielo muestra la espectacular cúpula en forma de estrella de ocho puntas que se abre sobre ocho bóvedas semicónicas de estilo mocárabe. Una serie de prismas contrapuestos que, girando, podrían mostrar la guarida de la abeja reina. Apenas entra el sol en esta sala, pero un ligerísimo rayo de luz hace de ella un lugar mágico.
Cuenta la leyenda que en esta sala tuvo lugar un enfrentamiento de la familia de los Abencerrajes, cuyos ascendientes provenían del norte de África, del reino granadino en el que reinaban los nazaríes. Los Abencerrajes es el nombre en castellano de los Banu Sarray, cuya importancia política en el siglo XV se refleja totalmente en esta historia, pues en su nombre tuvieron lugar numerosas revueltas políticas.
CLos ziríes, otra de las familias más importantes de la época, se vengaron de la muerte de un familiar suyo a manos de los Abencerrajes. Una historia de amor entre un miembro del clan familiar de los Banu Sarray y la reina provocó que los ziríes asesinaran en la sala de los Abencerrajes a tres miembros de la familia, con el fin de debilitarles políticamente y reforzar la corona sin escándalos.
La tinta roja de esta sala que aún se aprecia entre los muros procede de la sangre que se derramó entre los surtidores de agua de la fuente situada en el centro de todo, según cuenta la leyenda desde hace siglos y siglos. Sangre que, como el agua, pintó toda la sala de arriba abajo hasta poder leer en las trompas de la cúpula el enunciado que dice así: “No hay más ayuda que la que viene de Dios, el clemente y misericordioso”.
El gran reloj de sol
Años y años de historia hacen de la Fortaleza Roja una fuente de historia, cultura y riqueza en todos los sentidos, ya sea por su arquitectura, por su folklore, por los secretos que guarda, por el color de la naturaleza que crece y da vida a su alrededor, por el agua que la recorre y por ese atractivo que desprende.
Un color que da origen a la Alhambra Reserva Roja, creada para ese momento especial, esa compañía que disfrutamos como el primer día, esa fecha marcada en el calendario durante toda la semana y que, cuando por fin llega, hace que la espera haya merecido la pena. Todo acompañado de esta cerveza bock, gourmet, intensa y tan llena de matices como perderse por los jardines de la fortaleza que la nombra constantemente. Granada, plena de ríos que fluyen, agua que crece y recorre la ciudad como una cerveza de sabores rojizos que se disfruta sin prisa. El cobrizo de la tarde despertando con el sol, reverberando el agua que alimenta.
En la arquitectura de la Alhambra, si se mira a vista de pájaro, puede reconocerse un gran reloj de sol que, según la estancia en la que se proyecten los rayos de luz, indica la hora precisa del día. Cuando llega el mediodía, las dependencias se dividen en mitades por la sombra y la magia sucede. Formar parte de su historia, como lo hace Cervezas Alhambra, es el lujo de los habitantes que tan cerca la tienen.
Cada leyenda es un reflejo de la historia que conforma el origen y el ser de la ciudad amurallada de la Alhambra, cuyos enigmas, secretos, magias y misterios siguen conquistando a los viajeros que cada año contribuyen a mantener vivos todos los cuentos que de ella se escriben. Lo duradero de su existencia y la intensidad con la que cada día se vive.