El estío se consolida y sus productos llegan a nuestra mesa. Lo dulce, lo picante y lo autóctono se encuentran a la salud de Cervezas Alhambra.
Por Esther Morales
Cuando el verano irrumpe del todo, cuando ya nuestros hombros presumen de un color tostado y añoramos aquellos años en los que pasábamos tres meses en bañador, julio comienza su debut.
Este mes, que es la antesala de la sorprendente calma que invade las ciudades en agosto, es un periodo de preparativos, (con suerte) de más tiempo libre y de probar con aquello que siempre quisimos aprender. Pero también es un momento en el que nuestro propio cuerpo nos pide reconectar con la naturaleza, a veces con visitas espontáneas a la playa, escapadas de fines de semana o, simplemente, a través de una gastronomía que es todo un viaje de recuerdos al sabor de los veranos de siempre.
El calor de julio nos proporciona el escenario perfecto para deleitarnos con sus productos de la tierra y del mar, pero también para admirar la labor de los agricultores y pescadores que los traen hasta nuestras mesas, como hacen los maestros cerveceros de Cervezas Alhambra con las distintas variedades de la casa granadina, de su icónica Alhambra Reserva 1925 a su refrescante Alhambra Reserva Esencia Citra IPA.
Aquí van cuatro manjares de temporada que guardan toda la particularidad y el temple de este mes de verano.
Picotas, la segunda remesa del Jerte
A esta fruta hay que referirse en plural. Lógico, porque no hay quien sea capaz de comer solo una de estas pequeñas esferas dulces y rojizas. La picota es una especie autóctona del Valle del Jerte, pero su temporada llega justo al término de la de la famosa cereza extremeña. Su principal peculiaridad es que llega a los mercados sin el ‘rabito’ que llevan sus hermanas mayores.
Son más pequeñas, más dulces y su color es aún más oscuro. Aunque comerlas frescas es la mejor forma de sacar todo el partido a su sabor, son también un excelente ingrediente para sopas frías de inspiración báltica. Además, si nos va el zero waste, podemos guardar sus huesos y dejarlos secar para fabricar un saco de calor, que podremos utilizar en los días de invierno.
Rábano, la hortaliza milenaria
Hay indicios de que Oriente ya consumía rábano hace miles de años, aunque a los romanos se les atribuye su expansión por Occidente y por nuestra gastronomía. Cuenta con múltiples variedades, pero la que más veremos en los puestos de verduras es el rojo, capaz de aportar un peculiar toque de frescura a cualquier ensalada, pero también un bocado crujiente y con cierto toque picante.
Es uno de los ingredientes estrella del poké, a veces en crudo y otras veces a modo de encurtido. Con el característico salmón marinado en soja, el aguacate y el resto de ingredientes, el ligero sabor picante del rábano es toda una exquisitez.
De camarones o quisquillas
Los camarones -o quisquillas- son las pipas del mar. Y es que pocos productos costeros pueden resultar tan adictivos. Con vistas a la costa, Alhambra Lager Singular y un plato de este manjar, guisado y servido en frío, no hay mejor forma de definir un plan perfecto de julio.
O quizás sí. Con uno de los platos bandera de la gastronomía gaditana: la tortilla de camarones. Crujiente, con el punto exacto de sal y todo el sabor del camarón, aún más concentrado. El ejemplo perfecto del talento andaluz para la fritura.
Ajo, una suerte de oro morado
Todo el que se haya acercado a la zona de Las Pedroñeras, en Cuenca, habrá percibido el fuerte aroma que desprende su famoso ajo morado por toda la localidad. Porque sí, las cocinas de nuestro país saben a ajo, a sofritos, a gazpachos y salmorejos y a gambas al ajillo. Un ingrediente con multitud de propiedades y con toda la clave para dar sabor escondida en su seno, pero también uno de los más agradecidos de la tierra, porque apenas exige cuidado. Un poco de paciencia y un invierno sin prisas será suficiente para dejar que crezca lentamente bajo la tierra y dejarnos disfrutarlo en todo su esplendor a partir de julio.
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