Estos clásicos negocios, dedicados al mundo de las conservas, los embutidos y el queso, viven una nueva edad de oro: son el paraíso soñado de los paladares más sibaritas, de quienes buscan singularidad y exquisitez en cada bocado.
Por Eva Gracia
Hubo un tiempo, hace no tantos años, en el que hacer la compra era peregrinar por una serie de establecimientos. Locales en los que se conocía personalmente a los trabajadores, en cuyo criterio se confiaba, pues siempre recomendaban el mejor producto. Un tiempo, anterior a los supermercados, en el que la ruta de compras pasaba por la frutería, la carnicería… y los ultramarinos.
Estos espacios, antecesores, a su modo, de los supermercados, vendían un poco de todo: conservas, productos no perecederos, quesos y embutidos… De unos años a esta parte, el concepto de ultramarinos se reivindica. Y estos comercios encuentran su lugar en el entorno gourmet.
Algunos de ellos son de reciente apertura, y combinan la venta de exquisiteces gastronómicas con espacio de restauración, a modo de taberna o de bar con solera. Otros suman más de 100 años, y han permanecido con la puerta abierta durante décadas, inasequibles a los cambios en el modo de consumo de la sociedad, siempre dispuestos a mantener su esencia, aunque adaptando su oferta a los nuevos tiempos.
Los ultramarinos, hoy, son sinónimo de espacios de consumo lento. A ellos no se va con prisa, todo lo contrario: atravesar su puerta es disponerse a observar y analizar cada producto, cada etiqueta, para descubrir su origen y modo de producción. Para adentrarse en una forma de comprar gastronomía distinta, en la que prima la atención al detalle, la singularidad, la personalidad y el encanto de cada producto.
Se trata de un modo diferente de adquirir alimentos, una manera que encaja a la perfección con la filosofía de Cervezas Alhambra. La casa granadina, que remite a su origen en cada una de sus elaboraciones, aboga por esa elaboración pausada, en la que se da tiempo al tiempo. Para que cada producto brille y muestre sus encantos, igual que una Alhambra Reserva 1925 despliega sus matices cuando se saborea sin prisa, dejando que su inigualable sabor sorprenda al paladar.
Ultramarinos como estos, ya sean clásicos o de nueva generación, son el paraíso de los más sibaritas.
Ultramarinos Gregorio Martín (Bilbao)
El Casco Viejo de Bilbao esconde encantadores negocios, como Ultramarinos Gregorio Martín, popularmente conocido como La Bacalada. Este establecimiento, situado en Artecalle, 22, fue fundado en 1931 por un joven Gregorio, que se especializó en la venta de bacalao “remojado todos los días”, tal y como reza la placa que recibe a los clientes.
Desde hace más de 80 años, el bacalao de primera calidad procedente de Islandia y las Islas Feroe es el producto estrella de Ultramarinos Gregorio Martín, pero la oferta se completa con legumbres a granel, quesos, embutidos, conservas, condimentos… Sin duda, el rincón al que acudir también cuando se busca un souvenir gastronómico.
La confianza (Huesca)
Unos inconfundibles soportales dominan la plaza López Allué de Huesca. Y, al adentrarse en ellos, la vista viaja directa hasta el escaparate de La confianza, tienda de ultramarinos fundada en 1871. Tremendamente fotogénica, desde su techo hasta su suelo, esta tienda comenzó su andadura como una mercería y sedería, y fue impulsada por el comerciante de origen francés Hilario Vallier.
Con el tiempo, se transformó en un establecimiento que vendía exquisitos productos de importación, como ahumados, chocolates o cafés, y fue evolucionando hasta convertirse en el negocio que es hoy: un ultramarinos que ofrece un suculento viaje en el tiempo. Un espacio con personalidad en el que se respira saber hacer, experiencia y tradición actualizada, valores que comparte Cervezas Alhambra, que, respetando y reivindicando siempre su origen, ofrece creaciones que evocan un presente, pasado y futuro únicos en cada sorbo.
Mantequería El Bulevar (Cádiz)
Ultramarinos, colmado o mantequería son palabras que nos trasladan directamente a otra época, que nos hablan de negocios diferentes y personales. En el caso de Mantequería El Bulevar, situada en Cádiz, esa sensación se mantiene al atravesar su puerta: desde 1999, este negocio está consagrado a la venta de productos gourmet y productos de la provincia de Cádiz, como chacinas y conservas, pero también quesos o aceites.
¿Un producto estrella? El atún rojo, presentado en los más diversos formatos en las estanterías de El Bulevar: mojama de atún rojo de Almadraba, mormo de atún rojo con pimientos y guisantes, tarantelo… Elaboraciones únicas y perfectas para maridar con una Alhambra Reserva 1925, una cerveza de carácter intenso, con cuerpo y creada para disfrutar la vida a través de los detalles.
Mantequería Andrés (Madrid)
Madrid, ciudad de comercio con personalidad, conserva muchas de esas gemas, y un ejemplo es Mantequería Andrés, con más de 150 años de trayectoria. Este negocio, que se define como “un auténtico museo de la gastronomía más exclusiva”, abrió sus puertas en 1870, fundado por Alejandro Cos y bajo el nombre Casa Pérez; años más tarde, Andrés de las Heras, que había trabajado como empleado, adquirió el negocio cuando su jefe falleció, y cambió el nombre a Mantequería Andrés. El resto es historia: una historia con mucho sabor.
Imágenes | Facebook Ultramarinos La Confianza, Mantequería El Bulevar, iStock.com/Kerrick, iStock.com/luoman, iStock.com/C.Mae Design
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