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Paganini y Van Halen, Dos Genios Unidos Por El Tapping Paganini y Van Halen, Dos Genios Unidos Por El Tapping

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Paganini y Van Halen, Dos Genios Unidos Por El Tapping

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Interior de una sala de conciertos, mediados de los 80. Eddie Van Halen, el octavo mejor guitarrista de todos los tiempos según la revista Rolling Stone, actúa junto a la banda que lleva su apellido y se dispone a ejecutar uno de sus célebres solos de guitarra.

Por Raúl RearMachine

Se da la vuelta, da la espalda al público, y su legendaria guitarra Frankenstrat, creada por él mismo a partir de una Stratocaster modificada para albergar una antigua pastilla Gibson, comienza a proyectar notas a una velocidad endemoniada. El público enloquece y se pregunta cómo es posible enlazar melodías a tanta velocidad y con semejante nivel de precisión, pero nadie es capaz de ver cómo el músico hace volar sus manos sobre el mástil. La leyenda dice que Eddie Van Halen siguió tocando de espaldas para que nadie pudiera copiar su técnica de tapping y que comenzó a tocar de cara a la audiencia en el momento en el que la banda se hizo mundialmente famosa. 

Pero… ¿Inventó Eddie Van Halen el tapping? Ni mucho menos. 

Lo perfeccionó y lo llevó a un nivel superior, cierto, pero los expertos aseguran que uno de los pioneros en el dominio de esta técnica fue ni más ni menos que el maestro violinista Niccolo Paganini. Efectivamente, el genio de quien se cuenta que hizo un pacto con el diablo para alcanzar la excelencia.

El tapping o fingertapping consiste, de forma muy resumida, en presionar con los dedos directamente sobre el mástil de la guitarra eléctrica y hacer sonar las cuerdas. Se emplea la mano que habitualmente utiliza la púa, por lo que resulta fundamental coordinar los movimientos de ambas manos para obtener varias notas en cada pulsación. Además de Eddie Van Halen, otros guitarristas de la talla de Jimmy Page, Brian May, Steve Vai o Ace Frehley se sirvieron del tapping para aportar un brillo extra a sus ejecuciones, pero ¿cuál es su auténtico origen?


Echando la vista atrás, nos encontramos con una insólita grabación del músico y médico Vittorio Camardese, fechada en 1965, en la que dejaba atónita a la audiencia empleando esta compleja técnica. Su mayor mérito, además del dominio del tapping, consistía en emplearlo sobre una guitarra española, algo notablemente más complicado que en un instrumento eléctrico.

Pero sigamos viajando atrás en el tiempo. En 1960, el guitarrista Dave Bunker quiso ahondar en el tapping y llegó a desarrollar un instrumento expresamente ideado para explotar al máximo sus posibilidades. Inventó el Duo-Lectar y lo presentó en un programa de televisión. La demostración que realizó frente a las cámaras da cuenta de su elevadísimo dominio de la técnica.

Pero existen documentos gráficos más antiguos aún. En 1952, el músico Jimmie Webster realizó su propia exhibición de tapping a ocho dedos e incluso se conserva una grabación de 1932 en la cual podemos disfrutar de la maestría de Roy Smeck ejecutando Club House Party al ukelele con una técnica eficaz, aunque primigenia.

Aún podemos retroceder siguiendo el hilo de la historia mucho más allá. Hay expertos que apuntan a los músicos del siglo XVIII como los auténticos precursores del tapping y afirman que Niccolo Paganini pudo ser el primero en utilizarlo. Señalan que el virtuoso del violín empleaba una técnica muy similar, golpeando las cuerdas con el arco en el cuello del instrumento. Curiosamente, también se dice que Paganini se consideraba a sí mismo mejor guitarrista que violinista, de ahí que escribiera diversas composiciones para este instrumento.

Como toda buena leyenda de la música, Paganini cuenta con su propio mito. Los movimientos prodigiosos de su mano izquierda, su dominio del violín Guarneri y un físico muy castigado, contribuyeron a construir un relato impactante.

De acuerdo con la historia popular, cuando Niccolo Paganini contaba sólo cinco años, su madre, Teresa Bocciardo, tuvo un sueño en el que el diablo le reveló que el niño sería un violinista mundialmente reconocido. Después de contárselo a su padre, Antonio Paganini, entre ambos decidieron que había que incentivar su aprendizaje: le obligaron a practicar durante más de diez horas al día.

Durante su adolescencia, Paganini se alejó del camino recto y, a partir de los 16 años, dedicó gran parte de su tiempo a las apuestas y al juego, acumulando cuantiosas pérdidas. Llegó a vender su violín, pero afortunadamente uno de sus admiradores le regaló el famoso Guarneri que conservaría el resto de sus días. Un instrumento con el que acabaría asombrando al mundo y cumpliendo la profecía onírica de su madre.

Pálido, delgado, sin dientes, con grandes ojeras, de cabeza voluminosa, cuello largo y extremidades delicadas, la apariencia física de Paganini contrastaba vívidamente con su maestría, lo cual contribuyó a engrandecer la leyenda. Cuando aparecía en escena, el público desconfiaba de aquel músico de proporciones inverosímiles, pero en cuanto desplegaba su maestría al violín se quedaba hondamente impresionado. Su mano izquierda parecía mágica y era capaz de flexionar el pulgar hacia atrás hasta tocarse el meñique, además de poder mover lateralmente todas las articulaciones. Francesco Benatti, su médico personal, señaló que “movía sus manos como si no tuviera huesos ni músculos”.

Aquel síndrome de hipermovilidad articular le llevó a alcanzar cotas de virtuosismo casi imposibles, llegando a tocar a una cadencia de 12 notas por segundo. Aquella habilidad prácticamente sobrehumana le permitió innovar con técnicas como el tapping, la misma que convertiría, siglos después, a Eddie Van Halen en un dios de la guitarra.


IMÁGENES | UNSPLASH

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