Un recorrido atípico por la ciudad del Turia, con mucho que ofrecer más allá de sus iconos
Por Lorena Papí
Valencia es mucho más que un destino de sol y playa. Más allá de los lugares más emblemáticos y conocidos, hay otra ciudad aún por descubrir para el visitante que se deja guiar únicamente por sus pasos. Por sus sentidos.
Porque hay rincones encantadores que no siempre aparecen en las guías de viaje. Lugares especiales que se escapan a la etiqueta de “turístico” y que se revelan solo ante aquellos que aprenden a dejar de mirar... para empezar a ver.
Los que la visitan y los que viven en ella. Porque habitar una ciudad no siempre significa conocerla de verdad.
El barrio de Benimaclet: un pueblo de otra época en plena ciudad
Benimaclet permanece casi anclado en el pasado. Conserva su fisonomía de antiguo pueblo —las casitas bajas, las macetas a la puerta— como un testimonio vivo de la Valencia de antaño. No sería hasta 1972 cuando se integrase en la ciudad, aunque su origen es mucho más antiguo.
Son muchos los tesoros que esconde este barrio de Valencia en el que se respira paz.
Como la casa de Pepa Nicolau, en la que se reunían tres ilustres valencianos, Joaquín Sorolla, Vicente Blasco Ibáñez y Josep Benlliure.
La huerta urbana del norte de la ciudad, con la que linda, y en la que aún se pueden encontrar vestigios de la arquitectura huertana valenciana, como el Molí de Farinós (en pie, desde hace más de 130 años) o la Alquería de Serra (aunque muy deteriorada), que data del siglo XVIII.
O el curioso Espai Verd, un edificio de imposibles formas que desafía al resto del riquísimo patrimonio arquitectónico valenciano y en el que el hormigón y la vegetación se confunden.
Y la cinematográfica y popularmente conocida como “la casa de Trencadís”. Es un precioso edificio revestido de azulejos que el barrio debe a uno de sus ya ilustres vecinos. Josep Sanmartín, albañil de profesión que soñó con ser arquitecto, homenajeó así a Gaudí y al Modernismo, después de recopilar pacientemente trozos de azulejos descartados en obras.
Hoy alberga en sus bajos un bar, El Colmado (Tapas y Latas), última recomendación de esta ruta por el barrio, en la que se sirven tapas elaboradas con conservas de primera clase. Y que se pueden acompañar, para redondear la experiencia, de una Alhambra Lager Singular. Porque es la cerveza ideal para los que buscan lo especial en su día a día. Como los que cambian el turismo de monumentos archiconocidos por barrios con encanto, como este.
Las villas y palacios modernistas de Benimàmet: un viaje en el tiempo
Aunque su condición sea la de pedanía, su esencia es la de aquel pueblo independiente que un día (hasta 1882) fue.
Ubicada en el noroeste de Valencia, entre Paterna y Burjassot, Benimàmet conserva intacto su encanto, que se descubre recorriendo calles flanqueadas de casas bajas. Calles en las que sus gentes disfrutan de la quietud. De los olores de la huerta, con la que limita al sur. De la apacible vida lejos —y al mismo tiempo tan cerca— de la ciudad.
Es lo mismo que buscaba aquella burguesía que, ya desde finales del siglo XIX, hizo del pueblo su segundo hogar, construyendo las villas, chalets y hasta palacios que aún se conservan en perfecto estado, gracias a las terceras generaciones de aquellos que las levantaron.
Recorrer la calle de Felipe Valls es viajar al corazón de esa antigua Valencia. Pero, también, disfrutar de una masterclass de modernismo popular; ese estilo con el que los valencianos se llevaron a su terreno la arquitectura modernista catalana.
El Jardín de las Hespérides: una invitación a desconectar sin salir del centro
Ubicado entre el Jardín Botánico y la Gran Vía de Fernando el Católico, el Jardín de las Hespérides es casi un rincón oculto. Una sorpresa por desvelar.
Porque, flanqueado por altos cipreses, su esplendor apenas se adivina desde el exterior. Es por ello que, al adentrarse en este pequeño oasis, el visitante tiene la sensación de haber atravesado una puerta a otro lugar; que la ciudad queda lejos.
Sentarse a leer bajo la coloreada pérgola, en la que las buganvillas se entretejen para formar un telar de refrescante sombra, es un lujo solo apreciable por quienes saben practicar el aquí y el ahora.
Pasear acompañado del murmullo del agua, entre sus numerosos ejemplares botánicos y entre sus esculturas, las del relato mitológico, que dan nombre y sentido al lugar, o saborear el aroma a cítricos (hay 54 variedades de esta especie arbórea) que inunda el jardín… es una experiencia que solo los sentidos pueden guiar.
Especialmente el sexto, tan reivindicado por Cervezas Alhambra: el tiempo. Es imprescindible dejarlo hacer su magia para que Valencia se muestre en todos sus matices.
La calle Trinquete de Caballeros: un paseo por la historia
Dos plazas vertebran este histórico recorrido en el barrio de El Carmen: la de San Vicente Ferrer y la de Nápoles y Sicilia.
Entre ambas, se extiende una antiquísima calle flanqueada de edificios históricos y que fue, en su día, la puerta de entrada a la parte judía de la ciudad, entonces amurallada.
La calle Trinquete de Caballeros alberga tesoros arquitectónicos y monumentos histórico-artísticos. Como la iglesia más antigua de Valencia —la de San Juan del Hospital, construida en 1238— sobre la que se acumulan capas de historia visible en sus elementos románicos, árabes, góticos, barrocos y contemporáneos.
Por el camino se pueden admirar los nobles palacios de finales del siglo XIX que aún se conservan y que invitan a pasear sin prisa, a detenerse a admirar sus fachadas, que son historia viva de Valencia.
El puerto de Catarroja: un atardecer único
El atardecer es uno de esos momentos en los que la magia ocurre. Especialmente si se despide al sol rodeado de un paisaje que se diría pintado sobre un lienzo. Entre marjales y arrozales y barcas de pescadores.
Un antiguo puerto romano (hoy embarcadero) da acceso a una de las partes más encantadoras y menos conocidas por los visitantes del Parque Natural de La Albufera: el puerto de Catarroja.
Es el punto de inicio de un inolvidable paseo fluvial por su canal, que desemboca, llegando en barca, en la reserva natural (visitable) del Tancat de la Pipa. Un paraje de gran valor biológico en forma de humedales, pues es el hogar de numerosas aves —somormujos, flamencos, garzas imperiales, patos colorados— y de extensas praderas de vegetación sumergida.
El final perfecto para un día en esta ciudad mediterránea que tanto encanto tiene por ofrecer, más allá del mar. Una ciudad que invita a paladear el momento. A vivir en el momento presente, el aquí y el ahora. Como hace Alhambra Lager Singular, compañera perfecta para crear recuerdos imborrables visitando Valencia.
Imágenes | iStock, Jardín de las Hespérides
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